lunes, 30 de mayo de 2011

Gigantes solitarios


Pocas árboles podrían sobrevivir en las condiciones que lo hacen estos algarrobos en las laderas y las faldas de los montes que cercan la margen izquierda del río Segura a su paso por Ojós. En medio de pedregales soportan las temperaturas extremas que se registran en esa auténtica caldera en la que se convierte este pequeño pueblo en los meses de verano. Sus enormes raíces le dan estabilidad, a pesar de las continuadas pérdidas del sustrato que le sirve de sostén, como consecuencia de las lluvias torrenciales que no con poca frecuencia se producen, y les permiten horadar el terreno en busca de una escasa agua. 

Estos centenarios ejemplares, ahora  autosuficientes, no tendrían este porte sin la pericia y la tenacidad de las personas que hicieron posible los cultivos de agrios y frutales de hueso en esta estrecha franja de terreno, de poco más de cien mil metros cuadrados, que va desde el desfiladero del Solvente hasta la garganta del Salto de la Novia y que han sido el principal sostén económico de los habitantes de Ojós hasta los años setenta del siglo pasado. Su fruto, la algarroba, no se comercializaba ni estaba incluido en la dieta de las personas, sino que servía de complemento alimenticio al ganado y a las bestias de carga, estas últimas imprescindibles, además de para la recolección de la cosecha, para la ejecución de esa auténtica obra de ingeniería popular que se muestra al que pueda adentrarse por la intrincada red de caminos de acceso a los viejos huertos de este precioso rincón de Ojós. El impresionante, y poco valorado en la actualidad, conjunto de muros de aterrazamiento de bancales y de contención de las frecuentes riadas, que llegaban a cubrir las copas de los árboles, o el empedrado de las alcantarillas, que todavía sirven de aliviadero para la circulación del agua de riego o de lluvia, creo que no hubieran sido posible sin la existencia de este gigante que es el algarrobo. 

Aunque haya perdido su primitiva función, de lo que no se ha olvidado es de seguir su ciclo anual en la producción de su fruto. A partir de finales del mes de septiembre y hasta principios de noviembre, todo aquel que pasee por las riberas del Segura, a su paso por Ojós, percibirá un intenso y extraño olor y, para el no avisado, de origen desconocido. Es el olor que se desprende de la flor del algarrobo, que atrae a miles de abejas que van a contribuir a la producción de la deliciosa algarroba. Atrévanse a degustarla cruda. Yo lo hacía y lo sigo haciendo. Es muy saludable.













Siempre me gustó la música italiana, que con frecuencia escuchaba en mi adolescencia y juventud. Gino Paoli,  Luigi Tenco, Bruno Lauzi, Umberto Bindi  y el que voy a escuchar hoy, Piero Ciampi acompañado por la orquesta de la RAI. Impresionante.

2 comentarios:

  1. Hola Ventura, has hecho una bella descripción de esos algarrobos, yo casi diría que poética, que convida a ir a visitarlos...

    Ah! y la música es muy bonita. Un abrazo

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  2. Hola, Dorisalon. Si alguna vez vienes a visitarlos, necesitarás un guía, ya que están en lugares que, si no eres conocedor de la zona, es muy difícil llegar a ellos. De ahí la sorpresa de algunos al percibir el olor y no conocer su procedencia. El próximo otoño intentaré echarle valor para sacarle fotografías a las flores del algarrobo. Produce mucho respeto cuando te acercas y se escucha el zumbido de miles de abejas, que revolotean a escasos centímetros de ti.

    Un saludo

    Ventura

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